La Leyenda del Pishtaco
Los pishtacos son un grupo de mercenarios especialistas en extraer la grasa humana.
Se dice que son empleados secretos del gobierno o de alguna antigua y extraña
congregación de frailes.
Generalmente son hombres altos, blancos y rubios. Sus barbas pueden ser rubias o
pelirrojas. Aunque su vestimenta ha variado con el paso de los años, generalmente visten
de negro. Usan ropa de cuero o ponchos de lana. Portan látigos hechos de cuero, pero
cuero humano. A pesar de que no poseen gran magia, causan más temor que muchos
fantasmas. Su único artificio mágico lo constituyen los polvos blancos con que paralizan a
sus víctimas. Dicen que están preparados con huesos de llama molidos.
Los pishtacos también son llamados Nakaq, que significa degollador. De día llevan una
vida aparentemente normal, aunque muchos tienen la fama de ser incestuosos, borrachos,
ladrones y transmisores de enfermedades. No participan en las fiestas ni en las asambleas
con el resto del pueblo.
De noche, caminan largas distancias a pasos muy ágiles para realizar sus fechorías.
Suelen esperar a sus víctimas en los parajes oscuros y desolados de la serranía para
degollarlas y extraer toda su grasa, por la cual cobran formidables sumas de dinero. Por
esta razón suelen preferir a los gorditos.
Para matar a los infortunados, utilizan grandes cuchillos de acero templado. Para
extraer la grasa dominan una minuciosa técnica que consiste en descuartizar a sus víctimas
y colgarlas sobre recipientes especiales hasta que gotee todo el aceite.
Cuando logran recolectar la cantidad suficiente, regresan a las ciudades y venden su
producto como lubricante para las grandes maquinarias de los ingenios azucareros.
Antiguamente se afirmaba que la grasa humana era utilizada para fabricar las campanas de
las iglesias, con lo que tenían mejor sonido y mayor duración. Hay en la sierra quienes no
toman medicamentos porque afirman que en ellos se utiliza como insumo la preciada grasa
humana.
En tiempos más recientes, los pishtacos han adaptado y ampliado sus malas artes, de
modo que en la actualidad conducen modernas camionetas de doble tracción y se
desempeñan como “robariñones” y “sacaojos”. Los riñones y córneas obtenidos son
vendidos a muy buen precio en el mercado negro de órganos humanos.
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